¿Qué tal sos para tomar decisiones?
Muchas veces una posibilidad de trabajo, de aventura, de vida se puede definir o no por la velocidad y precisión que tengas a la hora de decidir.
Este fue un tema que siempre me apasionó y busqué de alguna manera especializarme en eso. Me caracterizo muchas veces por tomar tiempo para decidir sobre todo si considero que la decisión es importante para mi vida o para la vida de personas que me importan. Ahora también me pasa que cuando la decisión está tomada, avanzo hasta lograr lo que busco o chocharme con alguna pared como también sucede.
Me di cuenta también que algunas decisiones necesitan cierta velocidad en el sentido de que mientras más esperes para decidir, más espacio ocupan en tu mente y en tu día a día. Ahí es donde muchas veces me reconozco lento para empezar, como cuando voy a alguna pileta y demoro en entrar porque el agua está fría. Soy de esos que meten el pie y van lentamente, hasta que en algún momento cuento hasta tres y me meto. Una vez que eso sucede puedo estar horas nadando y disfrutando del agua. Entonces este último tiempo reflexiono sobre eso, sobre los comienzos y cuál es la necesidad de que sean lentos en sus inicios, o que demoren en arrancar si en definitiva después voy a estar disfrutando del agua. De última si me hace frío o me dan ganas de salir, salgo y ya está.
Lo que tienen las decisiones, desde mi observador, es que a veces le damos más importancia de la que realmente tienen, o viceversa, en el sentido de que las creemos sencillas, pero luego después de tomarlas el impacto que generan puede llegar a cambiar radicalmente nuestra vida.
Sobe esto último voy a ampliarme un poco más. Para mi las decisiones no son grandes o pequeñas. El efecto que generan, ese si puede se de gran o pequeña magnitud. Es la ley de causa y efecto, todas las decisiones que tomemos van a generar un efecto. Como así también las decisiones que no tomemos lo harán.
Sentarnos en una confitería a tomar un café con leche, como es donde estoy ahora que escribo, puede ser visto como una decisión sencilla. Paso me siento, lo pido, lo tomo, pago y me voy. Ahora que pasaría si ese café o la leche estuvieran defectuosas, o que por algún motivo se desprenda algo del techo y se me caiga encima. No quiero ser apocalíptico, ni mucho menos, jaja, ya que también puede suceder, que estando en esa confitería, me encuentre con un querido amigo, con un posible cliente o sea la posibilidad de escribir algo.
A lo que quiero llegar es que a veces creemos que por decidir estamos controlando el resultado de lo que nos va a suceder en el futuro. En parte esto puede ser así, pero de alguna manera, necesitamos estar abiertos y preparados a que todo pueda pasar.
Abrirnos a la incertidumbre... eso es. ¿Qué tan dispuestos estamos a aceptar que la vida es incertidumbre por más planes y arreglos que hagamos? A mi a veces me sale y muchas veces, la mayoría, no.
Entonces decidir se vuelve un ejercicio sencillo y complejo a la vez. En todos los casos muy necesario.
Me he dado cuenta, de que si no decidimos, alguien lo hará por nosotros. Como cuando te juntas a comer con amigos y te preguntan a donde queres ir y tu respuesta es "donde quieran". Alguien más elige por vos y te entregas al riesgo de que sea algo que no pueda gustarte o no esté en las opciones en las que pensabas cuando respondiste "donde quieran". Este ejemplo llevalo a otros espacios de tu vida y si querés reflexiona ¿Cuántas veces dejaste que otro decida sobre tus gustos, tus tiempos, tu trabajo, tu bienestar?
Siento decirles, que cuando tomamos decisiones no conocemos el resultado. Esto para mi fue un gran descubrimiento. El resultado lo vamos a conocer cuando el efecto de lo que decidamos se produzca o se muestre. Eso va a suceder inmediatamente o en el largo plazo, pero les aseguro que va a suceder. Una vez que miramos el resultado de nuestra acción o inacción, nos encanta evaluarnos, reconocernos, arrepentirnos o lo que sea que nos pase. Después de muchos aprendizajes, me doy cuenta de que lo que ya está hecho, ya se hizo, no lo podemos cambiar. Dolerá, nos generará sufrimiento, satisfacción, pero ya está.
¿Significa que no tenemos que reprocharnos, reclamarnos o lo que fuera? Para mi no se trata de eso, sino más bien de ser consientes de que no podemos volver el tiempo atrás. Lo que si podemos es tomar una nueva decisión sobre como queremos que sea a partir de aquí y con esto embarcarnos nuevamente en el proceso de decidir.
Elijo mirar que la vida que nos fue dada, que nos regalaron, o como le llames vos, está formada por instantes. Todo puede cambiar radicalmente en un instante. Lo que hoy me inquieta es lograr que cada uno de esos instantes sea grandioso, quedando guardado en mi memoria y en la memoria de quienes me rodean. Eso lo relaciono directamente con el estar presente, aquí y ahora en cada cosa que vivo, que siento. De nuevo... a veces lo logro y muchas de esas veces no.
Te invito a decidir, desde la confianza de que las decisiones que tomes siempre serán para mejor. En mi experiencia trabajando con personas y organizaciones, no conozco, ni conocí a nadie que decida para estar peor. Lo relaciono a un instinto humano de búsqueda del bienestar. Si los efectos pueden no llegar a salir como lo esperamos, pero estoy seguro de que cuando decidiste lo hacías porque creíste que era lo mejor.
Entonces adelante, ¡a decidir!, a arriesgarse, a disfrutar, sobrellevar, asumir y hacerse cargo de los efectos. En definitiva es la vida misma.
Hasta la próxima.
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